domingo, 11 de noviembre de 2012

Astronautas y carreteras, a propósito de un libro de Manuel Rivas[i]

Hace algo más de una semana metí la rueda de mi coche en un socavón. Todavía está en mitad de la carretera —el socavón; el coche salió por pura inercia. Creo que nadie vendrá a rellenarlo y que se quedará para siempre como un signo del retroceso que estamos viviendo en tantos órdenes de la vida. Bueno, en el económico, que a su vez incide en el resto. ¡Y de qué manera!
Cuenta Manuel Rivas en Las voces bajas[ii] que por el tiempo en que el hombre llegó a la luna, verano de 1969, asfaltaron el camino a Elviña, que hasta entonces había sido de tierra. El progreso y el futuro llevaban distinto dinamismo en según qué parte del mapa nos encontrásemos. España se sacudía el letargo de una posguerra larga, salíamos del subdesarrollo, y Estados Unidos se revolvía nervioso en una carrera astral que no quería perder de ninguna manera. Alquitrán y estrellas. Muy gráfico, el gallego.    
Como la buena literatura tiene la virtud de accionar resortes en el ánimo o en la pereza del que la lee, a mí se me accionó, por vía de la evocación, el resorte de las analogías, y mientras me imaginaba el modesto trazado de alquitrán de aquella carretera municipal y la inabarcable autopista etérea que los americanos inauguraron en dirección a la luna, jugaba a comparar el salto estratosférico de Felix Baumgartner con el salto al vacío de nuestro cacareado estado del bienestar. Cada uno, eso sí, a su velocidad. El logro del austriaco, un vertiginoso viaje de vuelta desde la atmósfera, emulación inversa de los que subieron hasta la luna aquel lejano verano de finales de los sesenta, se me hacía una conquista inversamente proporcional al lento deterioro de nuestras carreteras, que es lo mismo que decir de nuestra comodidad seudocapitalista.
Luego seguí leyendo, pero ya con la inquietud y el vértigo de la incertidumbre de no saber si se nos abrirá el paracaídas o si daremos con nuestros huesos en una carretera de tierra.


[i] Esta entrada apareció en el muro de mi blog el 31 de octubre pasado.

[ii] Recomiendo la lectura de este libro. Creo que ni Alfaguara ni Manuel Rivas necesitan de mi humilde propaganda. En realidad lo hago por mis amigos; no me perdonaría no informarles de que Las voces bajas es un libro que merece la pena leer, y no porque hable de astronautas o carreteras, sino porque trata de personas de carne y hueso, esa especie tan difícil de encontrar en un libro.

7 comentarios:

  1. Bueno, Pepe, por estas latitudes también vamos en línea recta hacia el magma terráqueo. Son paradojas de esta vida, mientras los políticos nos mienten, nosotros comprobamos, sin Newton de por medio, la ley de gravedad.
    Muy bueno tu comentario, felicita al gallego de mi parte si puedes.
    Gloria

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    1. Al gallego no tengo el gusto de conocerlo más por lo que se puede y debe conocer a un escritor: por sus libros. Pero si me lo encuentro algún día lo felicitaré de mi parte y de parte de una medio gallega de allende los mares.
      Un beso.

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  2. Sin duda, los presuntos artífices del cacareado estado del bienestar sucumbieron ante los encantos del seudocapitalismo. Ahora, sin vocación ni entrenamiento, nos toca encontrar la manera de abrir el paracaídas. Con más peligro que Baumgartner

    Me encantan tu reflexión y tus metáforas.

    Consolación

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    1. Costará encontrarle la cinta para tirar. Costará. Quedará mucha gente en el camino.
      Un beso.

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  3. Si bien debo confesar que con Manuel Rivas aún no he tenido el gusto (por lo que me viene de perlas tu recomendación de su libro) tus cavilaciones sobre el salto de Baumgartner y el cacareado estado de bienestar español me pusieron a pensar en el gallinero de este lado del charco, el argentino, y eso me hizo acordar de lo que aquí se conoce como "la ley del gallinero": los de arriba c.... a los de abajo. En fin, mejor vayamos buscando el paraguas...

    Muy buena reflexión, amigo. Cariños, Mariángeles

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  4. Pues es un narrador que merece la pena. No sé si te suena "La lengua de las mariposas" o "El lápiz del carpintero". El primero es un cuento y el segundo una novela. Los dos fueron llevados al cine.
    Un beso.

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  5. "La lengua de las mariposas" me suena; lo rastrearé en internet para darme el gusto. Por el momento me estoy deleitando con la BUENA LETRA DE Luis H.G.(la antología edición bilingüe Español-Italiano con escritos de él y otros tantos "autores de lengua española traducidos por primera vez al italiano", que hoy recibí por correo), y mientras tanto estoy tratando de conseguir- hasta ahora sin éxito- "El compositor de tormentas", novela de tu compatriota Andrés Pascual; de quien he leído "El haiku de las palabras perdidas" (Ed.PLaza Janés), novela que ya mismo paso a recomendarte para tus baldas amarillas. Cariños, M.

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