miércoles, 7 de noviembre de 2012


Por qué baldas y por qué amarillas

Hace tiempo que quería tener un sitio donde echarme a pensar. Un árbol, por ejemplo, al que arrimarme y donde esperar a que una gran idea me ilumine mientras observo cómo la luz se cuela entre las ramas. Pero como soy de espíritu urbano irreductible, creo que esto de sentarme a la sombra de un blog donde ir depositando algún que otro ensimismamiento servirá como sucedáneo doméstico de tilo o de magnolio.
El blog: un árbol, al fin, libre de lluvias y de hormigas.
Creo  que si no me había atrevido antes fue porque me falló el enfoque. Siempre lo había visto como un sitio donde colgar un poema, colocar un microcuento, una reflexión exacerbada o pacífica, alguna foto de encuadre artísticamente inimitable… un cajón, al fin, donde depositar una macedonia de estilos y palpitaciones sin hilo y sin secuencias. Pues no. ¡Dame hilo y coseré el mundo! Bueno, tampoco es eso. Seremos más modestos.
El caso es que hace unos días* me vino la idea de que en este sitio podíamos hablar de libros, no en la manera académica de ponderar las virtudes literarias de tal o cual autor, ni siquiera a la manera de una reseña más o menos poética o funcional, que para eso ya están los críticos y la prensa y la ruidosa cartelería de los medios afines. No. El libro, la frase del libro, la escena del libro como hilo conductor —acá está el hilo, al fin el hilo— como hilo conductor, digo, de alguna reflexión sobre, sobre… ¡ya se verá! (Algo de improvisación no perjudica).
La asociación entre “baldas” y “libros” es tan obvia que pararse a justificarla es negarle el aire a esta primera entrada. En realidad las baldas son blancas. “Baldas blancas” me resulta un punto cacofónico. Aquí le hice mi primera concesión a la poesía, y me permití una excusable licencia sonora. Excusable por cuanto, hasta no hace mucho, las baldas donde deposito mis libros eran de color amarillo. Ocre y nicotina, más bien.
Nace este arrimo a la sombra de un blog con seria voluntad de ingravidez y no de trascendencia. Sus hojas serán prescindibles, sin duda, y poco o nada perderá la humanidad si sigue, como cabe esperar, ajena a la tímida floración de sus ramas. Que el lector, amigo o forastero, disfrute al menos de las sombras de este árbol, tilo o magnolio, que planto hoy, en Sevilla, a tres de noviembre del año dos mil doce.

  

*Desde hace unos meses soy asiduo de facebook. Me doy alguna vuelta por la aldea global, ese garito o ágora cibernética donde todo el mundo habla a la vez y hasta se permite no solo la digresión, sino la tontería y la humana trascendencia, a la vez que una honda sabiduría de andar por casa que nos hace muy bien a todos, y del que todos aprendemos. En mis tres últimas entradas quiso el azar que coincidieran mis cavilaciones con otras tantas ideas o evocaciones expresadas en otros tres libros, o viceversa. Ese fue el empujón definitivo. O el único.
Pido perdón porque esas tres entradas se repetirán en este árbol.


ESTA ENTRADA, QUE APARECE CON FECHA 7 DE NOVIEMBRE, EN REALIDAD CORRESPONDE POR FECHA AL 3 DE NOVIEMBRE. INVOLUNTARIAMENTE LA BORRÉ, JUNTO A LOS DIEZ MENSAJES DE OTROS TANTOS AMIGOS. PIDO DISCULPAS A ELLOS, EN PARTICULAR, Y A TODOS EN GENERAL.

2 comentarios:

  1. Hola Pepe: Me gusta esto de tener un blog en lugar de un árbol , aunque todavía me siento bajo uno . No soy muy ducha en esto de los blogs , pero más adelante te enviaré cosas.

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